LA ÚLTIMA SELVA EUROPEA:
CANUTOS Y BOSQUES DE NIEBLAEl
Parque Natural "Los Alcornocales" está considerado como uno de los espacios protegidos más importantes de España, por su peculiaridad y su carácter de
reserva genética. En los rincones más recónditos de sus arroyos, bosques y cumbres, se esconde uno de los catálogos más interesantes y exclusivos de la flora del sur europeo.
Las especiales condiciones geográficas y climáticas de su zona montañosa han conformado un microclima peculiar que ha permitido la supervivencia de auténticos bosques fósiles, testigos de una antigua flora tropical que ocupó extensas zonas de la cuenca mediterránea durante la Era Terciaria.
Este tipo de selvas, denominadas laurisilvas por tener la mayor parte de sus especies arbóreas hojas similares a las del laurel, crecen principalmente en las cumbres más elevadas, en los llamados bosques de niebla, y en las partes altas de los arroyos serranos, denominados localmente canutos.
¿A qué se ha debido este extraño fenómeno de pervivencia de auténticos retazos de selvas tropicales en el extremo sur de Europa?
Las razones son al mismo tiempo climáticas y orográficas. La disposición norte-sur de la cadena montañosa, que alcanza alturas cercanas a los
mil metros muy cerca del mar, prácticamente en el borde el
Estrecho de Gibraltar, supone una considerable barrera para los vientos que soplan del Este (Levante) y el Oeste (Poniente), predominantes en toda el área; vientos que llegan cargados de
humedad tras su paso por vastas zonas marinas y que forman densos
cinturones de niebla en las cumbres, por efecto de la condensación, al tener que subir por las laderas para sortear la elevada muralla montañosa.
Estas brumas, que pueden estar presentes más de doscientos días al año, fundamentalmente en verano, atenúan la prolongada sequía estival mediterránea en cotas superiores a los 500-600 metros s.n.m.
Durante los meses de otoño, invierno y primavera, la misma disposición del
relieve actúa como
trampa para los frentes nubosos, haciendo que las borrascas descarguen la mayor parte de su carga hídrica en las zonas cercanas a las cumbres. Esta es la razón de que se superen en algunas sierras los 1.500 mm. anuales de media (1610 mm en Sierra Luna, según datos de la Red Hidrosur), mientras no se llega a los 700 en la mayor parte de las estaciones situadas por debajo de los 100 metros de altitud.
Por otra parte, la latitud meridional y la cercanía del mar contribuyen a suavizar las temperaturas, que raramente bajan de los 5-10 grados en invierno, mientras que las heladas son excepcionales.
La consecuencia de este conjunto de factores topográficos y climáticos es un microclima sin apenas estación seca, con una elevada precipitación anual y unas temperaturas suaves durante todo el año.
La pregunta que nos formulamos más arriba encuentra de este modo respuesta. Las especiales condiciones climáticas señaladas han permitido, como ya hemos mencionado, la pervivencia de un grupo de plantas de carácter tropical y al mismo tiempo relicto, es decir, que son los restos de una antigua flora terciaria que existió en un momento más cálido y húmedo en la cuenca mediterránea y las islas del Atlántico.
Actualmente, por distintos motivos, algunos restos de esta antigua vegetación se han conservado en escasas zonas, todas
disyuntas, que forman pequeños islotes dentro de un territorio de vegetaciones y climas predominantemente mediterráneos y atlánticos. Es el caso de los
bosques de laurisilva canarios,
los más puros y mejor conservados; de la vegetación de Cabo Verde, Azores o Madeira; de algunos lugares aislados de Portugal; de varios puntos en torno al Mar Negro y la costa libanesa; y, por último, del
área iberonorteafricana.
Dentro del Parque Natural Los Alcornocales, el territorio donde pervive la superficie más extensa de este tipo de comunidad se circunscribe a un triángulo cercano al Estrecho de Gibraltar, en la zona más meridional de la provincia de Cádiz. Y dentro de esa zona, los retazos de laurisilva mejor conservados se encuentran en los términos municipales de Los Barrios, Tarifa y Algeciras.
BOSQUES Y MATORRALES DE NIEBLA
En las zonas más elevadas de las montañas, principalmente en lugares protegidos de los fuertes vientos por grandes tajos o lajas de arenisca, aparece un bosque de quejigos (Quercus canariensis) que sirve de refugio a un buen número de especies lauroides que consiguen satisfacer sus elevadas exigencias hídricas gracias a las persistentes nieblas frecuentes en estas altitudes. La elevada humedad permite un paisaje de ramas y troncos cubiertos de musgos y líquenes que forman una gruesa capa blanda y rezumante y, en ocasiones, jirones colgantes que danzan al compás del viento, entre cortinas móviles de niebla.
Algunos visitantes de estos bosques, conocedores del mundo y sus selvas, han llegado a decir de ellos que son lo más parecido a un bosque tropical reducido de tamaño, lo que ha llevado a más de uno a bautizarlos como “
selvas enanas”.
Entre los troncos retorcidos y verdes de un mar de quejigos enanos aparecen los ojaranzos (Rhododendron ponticum subsp. baeticum) que florecen en mayo con una explosión de grandes capítulos rosados. En los claros de sombra es frecuente encontrar el torvisco macho (Daphne laureola), planta indicadora de ambientes relictos (también está presente en los pinsapares).
Este tipo de quejigal predomina sobre todo en el paraje conocido como los Llanos del Juncal, entre Tarifa, Los Barrios y Algeciras. Allí existen masas de ojaranzo alejadas de los cursos de agua, formando parte del sotobosque, manteniéndose gracias a las precipitaciones horizontales provocadas por las frecuentes nieblas. En las zonas de suelos más profundos, donde los quejigos alcanzan un mayor porte, se desarrolla un sotobosque con la presencia de Polystichum setiferum, helecho característico de los hayedos y abetales de la región eurosiberiana, el majoleto o espino blanco (Crataegus monogyna), la ortiga muerta (Lamium flexuosum) y la dedalera (Digitalis purpurea subsp. bocquetti).
En otro quejigal de niebla cercano, el del Tajo del Espino, ocupando las laderas occidentales que dan a la cabecera del río de la Miel (Algeciras) sobresalen por encima de las copas del bosque los pináculos verde brillantes de los acebos (Ilex aquifolium), formando la mayor acebeda de todo el Parque Natural.
Salpicando los barrancos brumosos de la
Sierra del Niño, cerca del
Tajo Romero, sobre estrechos rellanos ocultos tras los grandes tajos, la especie que más abunda acompañando a los quejigos es el
laurel (
Laurus nobilis) que forma pequeños bosquetes al amparo del viento. Los ejemplares más notables se encuentran en la cabecera de la
Garganta del Niño, lugar en el que detrás de cada tajo de arenisca se esconde un pequeño quejigal de niebla.
Formando parte de los bosques de cumbre de la zona norte del parque, en la parte más alta de la Sauceda (Cortes de la Frontera), el puerto de las Yeguas o las cercanías del Aljibe (Alcalá de los Gazules), crece junto a los quejigos el roble melojo (Quercus pyrenaica), que alcanza en estos lugares porte arbóreo, al contrario de lo que ocurre en las sierras del sur (Ojén, Bujeo y Luna), donde las escasas poblaciones de esta planta apenas superan el metro de altura.
Lejos de la protección de los grandes tajos, en las zonas más azotadas por el viento, aparece el matorral de niebla, que crece sobre suelos muy superficiales, de apenas unos decímetros de profundidad sobre la roca madre (litosoles). Sobre este tipo de sustrato se ha desarrollado una comunidad arbustiva formada principalmente por jara estepa (Cistus populifolius subsp. major), acompañada en los lugares más húmedos por algunos ejemplares de acebo y ojaranzo de escaso porte.
La comunidad se caracteriza por la presencia de extensos jarales de un intenso color verde oscuro salpicado en primavera por el brillo de sus múltiples flores blancas, entre las que sobresalen, aquí y allá, los corimbos rosáceos de la brecina (Erica australis), el brezo negro (Erica umbellata) y, en las zonas encharcadas, el brezo de pantano (Erica ciliaris).
Un interesante catálogo florístico acompaña a estas especies. Es característica la presencia, bajo la maraña de tallos retorcidos y resecos de la jara estepa, de la
Amanita muscaria, una
seta tóxica que en el resto de España crece en ambientes boscosos húmedos.
Entre las grietas y plataformas rocosas podemos encontrar escasamente Linaria tristis, de bellos colores abigarrados, Narcissus bulbocodium, de flores amarillas (en la zona sur del Parque), Narcissus cantabricus, más pequeño y de flores blancas (en la zona norte) y la rarísima Gagea foliosa.
Donde el ambiente es más pobre y térmico aparece la robledilla (Quercus lusitanica), pequeño quejigo de porte arbustivo y rastrero, con otros taxones acompañantes como las campanillas pardas, (Fritillaria lusitanica y F. Hispanica), el azafrán montuno (Crocus serotinus subsp. clusii) y la atrapamoscas (Drosophyllum lusitanicum), extraña insectívora iberonorteafricana que en estas zonas de cumbres puede llegar a formar extensas poblaciones.
Son muy interesantes desde el punto de vista florístico los prados terofíticos fugaces, que son comunidades herbáceas de muy corto ciclo vegetativo (los meses húmedos), que se desarrollan sobre plataformas y pocetas rocosas con suelos arenosos muy superficiales. Entre el catálogo de especies que aparecen se cuentan varios taxones raros o exclusivos, como los pteridófitos Ophyoglossum lusitanicum, conspicuo y de fugaz esporulación en pequeña espiga, Isoetes durieui e I. histrix, pequeños helechos con aspecto de hierba y Cheilantes guanchica, que se encuentra escasamente en las sierras de Jimena. Si las pocetas rocosas son profundas y el agua de la lluvia se acumula hasta el verano, formando pequeñas charcas, pueden desarrollarse comunidades sumergidas del raro pteridófito Isoetes velatum, citado en contados lugares. Entre las plantas superiores de estos prados efímeros destacan Crassula tillaea y las más rara Crassula vailanti.
Propia de taludes rezumantes y manantiales umbríos es una comunidad higrófila muy rica en rarezas y endemismos, como la diminuta insectívora Pinguicola lusitanica, que crece sobre el barro húmedo entre alfombras de esfagno; Erica ciliaris y Erica erigena, los dos brezos más raros del parque; Rynchospora modesti-lucennoi, que se creía extinguida y ha vuelto a redescubrirse recientemente en la Sierra de la Palma (Los Barrios), y los endémicos Brachypodium sylvaticum y B. gaditanum.
CANUTOS Y GARGANTAS
En nuestra zona se le denomina canuto a una hondonada, barranco o valle profundo y sombrío por el fondo del cual discurre un arroyo. Recientemente también se ha popularizado el término, de la mano de botánicos y naturalistas, para designar la comunidad florística, rica en elementos paleomediterráneos tropicales, que se desarrolla en esos lugares.
La mayor parte de los canutos se sitúa en las zonas más elevadas de las sierras del Campo de Gibraltar y el Aljibe, principalmente en los nacimientos y cabeceras de los arroyos de agua permanente, aunque sus elementos singulares descienden en ocasiones hasta cotas bastante bajas (río de la Miel), o crecen en las cumbres, gracias a la frecuencia de las precipitaciones horizontales (bosques de niebla).
La vegetación característica de un canuto propiamente dicho se compone de un pequeño grupo de arbolillos de pequeño porte que forma un denso túnel de sombra bajo el que discurre el agua entre los tajos y donde se desarrolla una comunidad de sotobosque de muy alto requerimiento hídrico. Los arbolillos principales del fondo del barranco son el ojaranzo, el laurel, el acebo y el avellanillo (Frangula alnus subsp. baetica), junto con algunos alisos (Alnus glutinosa), que suelen crecer rectos como mástiles. Las laderas cercanas al curso del agua encierran otras especies arbóreas o arbustivas características, compartidas con el quejigal y/o alcornocal circundantes. Debemos hablar prioritariamente del durillo (Viburnum tinus), el brezo turel (Erica arborea), el sanguino (Rhamnus alaternus), el agracejo (Phyllirea latifolia), el madroño (Arbutus unedo), el gobiérnago (Phyllirea angustifolia), la murta (Myrtus communis), el majoleto (Crataegus monogyna) y algunos escobones (Cysitus villosus, C. striatus, C. baeticus). En algunas zonas de Jimena de la Frontera se les une el enebro (Juniperus oxycedrus subsp. oxycedrus), que, acompañado por las jaras y alcornoques, alcanza las mismas orillas de los arroyos.
Bajo el techo de sombra de los canutos crece una comunidad de plantas herbáceas y trepadoras entre las cuales se encuentran varias especies relictas de helechos, muy raras y amenazadas por ser de distribución fundamentalmente macaronésica y tropical.
Las primeras poblaciones de estos helechos fueron descubiertas por la botánica inglesa Betty Molesworth Allen, gracias a cuyo trabajo se inició el proceso de estudio y protección que culminó con la creación del Parque Natural Los Alcornocales. Las especies más importantes son Christella dentata, recientemente extinguida debido a la agresiva presión antrópica; Psilotum nudum, Diplazium caudatum, Pteris incompleta, Culcita macrocarpa y Vandenboschia speciosa, todas protegidas por la legislación debido a su alto grado de amenaza y vulnerabilidad.
Christella dentata:
Especie de la familia Thelipteridaceae, de distribución ecuatorial, tropical y subtropical y bastante común en al área macaronésica. En la Península Ibérica existían dos localidades, una en Los Barrios (Cádiz), dentro del Parque Natural Los Alcornocales y la otra en Orense. Recientemente ambas poblaciones han desaparecido, estando en proceso de recuperación la población gaditana mediante la germinación de esporas recogidas in situ, desarrolladas en condiciones controladas de laboratorio y trasplantadas posteriormente al entorno natural). Christella dentata está catalogada como En Peligro de Extinción, por la legislación andaluza (LRFSA*), y como Vulnerable (VU), por la UICN.
Psilotum nudum:
Especie de la familia Psilotaceae, de distribución intertropical e iberomacaronésica. En la Península Ibérica aparece exclusivamente en cinco poblaciones gaditanas distribuidas entre los municipios de Los Barrios (2), Benalup (1) y Jimena (2). Considerado un verdadero fósil viviente, originario del Carbonífero, este extraño pteridófito en forma de pequeña escoba vive en grietas de areniscas situadas en las cercanías de algunos canutos. Está catalogado como En Peligro de Extinción por la legislación andaluza (LRFSA) y como Vulnerable (VU) por la UICN. La población total europea no sobrepasaba en 1999 los 170 ejemplares.
Diplazium caudatum:
Especie de la familia Athyriaceae, con un área de distribución más restringido que las anteriores, exclusivamente en las islas macaronésicas y la provincia de Cádiz. En nuestra zona aparece en el cauce de algunos canutos de las sierras de Algeciras, Los Barrios y Tarifa, siempre bajo una densa cobertura vegetal y en condiciones de umbría y humedad extremas. Es uno de los helechos, junto a Culcita macrocarpa, más bellos del Parque Natural Los Alcornocales, con amplias frondes verde brillantes que pueden alcanzar en algunos casos los dos metros de longitud. Está catalogado como En Peligro de Extinción por la legislación andaluza (LRFSA) y En Peligro Crítico (CR) por la UICN.
Pteris incompleta:
Especie de la familia Pteridaceae, que se encuentra en las islas macaronésicas, norte de Marruecos y provincia de Cádiz. En el área gaditana aparece en canutos umbríos de agua permanente localizados en los municipios de Los Barrios, Algeciras, Tarifa y Alcalá de los Gazules, aunque esta última localidad no ha podido ser confirmada recientemente. Está catalogado como Vulnerable por la Junta de Andalucía (LRFSA) y En Peligro Crítico (CR) por la UICN.
Culcita macrocarpa:
Especie de la familia Culcitaceae, que se localiza en un área de distribución restringida: islas macaronésicas, provincia de Cádiz y algunas localidades atlánticas de España y Portugal. En el Parque Natural Los Alcornocales crece en algunos canutos de los municipios de Algeciras, Los Barrios, Tarifa y Castellar de la Frontera. Es el helecho más grande de todos los que se localizan en nuestra zona, con frondes que pueden superar los 3 m de longitud. Está catalogado como En Peligro de Extinción por la legislación andaluza (LRFSA) y como En Peligro (EN) por la UICN.
Vandenboschia speciosa:
Especie de la familia Hymenophyllaceae, de distribución atántica, macaronésica y aljíbica (Cádiz y Málaga). Tiene el mismo comportamiento ecológico que las anteriores y su área se restringe a algunos canutos de Los Barrios, Algeciras, Tarifa, Castellar, Jimena y Cortes de la Frontera. Este delicado helecho es de frondes traslúcidas, con un espesor de una sola capa de células y sólo puede vivir en condiciones de humedad muy elevadas, bien en contacto continuo con el agua de los arroyos o en zonas de niebla casi permanente (Sierra del Niño, Los Barrios). Está catalogado como Vulnerable por la legislación andaluza y la UICN (VU).
Otras especies también presentes en los canutos, como Isoetes durieui, Isoetes histrix, Blechnum spicant, Polystichum setiferum, Dryopteris affinis, Athyrium filix-femina y Osmunda regalis, son de distribución más amplia, aunque algunas también están protegidas por la legislación, debido a su rareza y vulnerabilidad. Davallia canariensis y Polypodium cambricum son localmente abundantes y crecen lo mismo tapizando rocas y paredes, que rellenando grietas o como epífitas en troncos y cruces de alisos, alcornoques y quejigos.
Son escasos los canutos que reúnen las adecuadas condiciones para que estas delicadas especies puedan desarrollarse adecuadamente. Los mejor conservados se encuentran en las sierras del sur del Parque Natural y el número de taxones característicos va disminuyendo paulatinamente conforme avancemos hacia el norte.
Las sierras de Ojén, Luna y Bujeo, (donde conviven todas las especies), la sierra del Niño y algunas zonas dispersas de Castellar de la Frontera, Jimena de la Frontera, Cortes de la Frontera y Alcalá de los Gazules, son los lugares donde se conservan las mejores poblaciones de este tipo de flora pteridofítica.
Junto a los helechos hay otras plantas amantes de la humedad y la sombra que crecen bajo el dosel natural de los arroyos altos. Destacan Sibthorpia europaea, Saxifraga granulata, Ruscus hypophyllum, Lobelia urens y Arisarum proboscideum, rarísima arácea cuya flor culmina en una larga probóscide y que sólo se encuentra muy localmente.
En este tipo de medios sombríos son muy abundantes las plantas trepadoras. Aquí están presentes la hiedra (Hedera helix), la zarzamora (Rubus ulmifolius), el rosal bravío (Rosa sempervirens), la zarzaparrilla (Smilax aspera) y la madreselva (Lonicera peryclimenum subsp. hispanica).
Aguas abajo de las cumbres los pequeños arroyos serranos van confluyendo en un cauce principal de mayor caudal y valle más abierto, aunque aún sumamente encajonado y abrupto. Es lo que los lugareños llaman “gargantas”, que suelen ocupar el curso medio de los grandes arroyos (Raudal, La Miel, Guadalmesí, Botafuegos, Salado, Guadarranque, Montero, Gamero, Sauceda, etc...)
A esta altura los pequeños arbolillos que creaban las umbrías en los canutos altos comienzan a escasear progresivamente y el protagonismo del túnel de sombra corresponde principalmente a los alisos, que forman umbrosas galerías junto a otros árboles y arbustos, como saos (Salix pedicellata), sauces blancos (Salix alba), fresnos (Fraxinus angustifolia) y adelfas (Nerium oleander).
EL FUTURO
Los dos aspectos verdaderamente importantes de este tipo de comunidades son, por un lado, su valor global, la importancia del bosque en sí mismo, por encima de las valiosas joyas florísticas que encierra y, por otro, desgraciadamente, lo alarmante de su fragilidad. Por eso nos pone en guardia la mala salud de nuestros bosques, la seca del alcornocal, la falta de medidas eficaces que nos hagan plantearnos el futuro con cierta esperanza. Porque no todo es pensar en la crisis económica local o sectorial que supondría la merma del descorche. Desconocemos cómo puede influir esa mortandad alarmante de alcornoques en el resto de las comunidades vivas que viven a su amparo. Y nos aterra pensar siquiera que las generaciones futuras no puedan asistir al espectáculo de la floración de los ojaranzos, o que se pierda irremisiblemente el tesoro genético que encierran los canutos y bosques de niebla.
¿Podremos ser capaces de afrontar el reto de salvar lo que ahora tanto nos apasiona y nos enorgullece?
¿Podrán nuestros hijos, o nuestros nietos, seguir paseando cualquier tarde de su primavera, por los senderos que hoy nos introducen en la magia verde de las últimas selvas de Europa?